‘La gran ola de Kanagawa’ de Hokusai unió a Camille Claudel y Claude Debussy
La pasión por el escritor Edgar Allan Poe, por el pintor William Turner unió a Camille Claudel y a Claude Debussy. También su admiración por la obra ‘La gran ola de Kanagawa’ del japonés Katsushika Hokusai. Se convirtieron en amigos inseparables y, también durante un tiempo, en amantes. Tras la ruptura de la escultora con Auguste Rodin, comenzó a intimar más con el compositor francés.
Muchas noches acudían juntos al Weber, un local donde acude la élite artística de París. Frente a un vaso de vino se pasaban horas analizando los trazos de las obras de Turner o de las historias y los poemas de Edgar Allan Poe. Reían, hablaban, soñaban despiertos, a veces con una absenta, y eran felices juntos.
Ante una mesa de madera de este establecimiento, se hicieron una promesa: incluir ‘la gran ola’ en sus respectivas creaciones artísticas. Cada uno en la que dominaba, ya fuera en una escultura o en una pieza musical. Y lo cumplieron, ambos lo llevaron a cabo. Camille creó ‘Las bañistas’ o ‘La ola», donde’. En ella destacan tres pequeñas mujeres en bronce, idénticas, que se arrodillan al ver cómo les sobrepasa la enorme ola de mármol-ónice que les domina. Esta creación, que curiosamente se expone en el Museo Rodin de París, fue presentada en su versión en yeso en el Salón de los Artistas Franceses de 1897.
‘La Mer’ de Debussy
Por su parte, Debussy compuso ‘La Mer’ (‘La Mar’) y escogió la pintura de ‘La gran ola’ de Hokusai para adornar la portada de la partitura. Siempre sintió mucho apego por el mar, incluso quiso ser marinero durante una época. «Mi viejo amigo, el mar; siempre es interminable y bello. Es realmente la cosa de la naturaleza que mejor te pone en tu sitio», afirmó.
La relación de Camille Claude y Claude Debussy no prosperó porque la escultora tropezó, de nuevo, con la misma piedra. Se volvió a dar cuenta de que no era la única mujer en la vida de su amante. Y se negó a volver a pasar de nuevo por lo mismo, como ya ocurrió con Rodin. Pero, su apuesta dejó dos obras maravillosas de dos artistas únicos, unidos por Hokusai y por su ola.